Camino de los Montes de Toledo

Un poco de Historia…

Un camino heredero de la antigua calzada que unía la antigua Toletum (Toledo) con Emérita Augusta (Mérida), junto con otra vía secundaria, y no menos importante, que llegaba desde Caesarbriga (Talavera de la Reina) hasta Puerto de San Vicente. Una infraestructura ya creada que serviría de paso para el trasiego de peregrinos que se iniciará a finales del siglo XIV y que se verá potenciada sobre todo a partir de los siglos XV y XVI por la significación religiosa, cultural y artística que adquirirá el propio monasterio de Guadalupe. Por aquí pasaron reyes, caballeros, soldados, monjes y clérigos; trovadores, juglares, burgueses y mendigos; sanos y enfermos, hombres y mujeres, todos, caminando o en cabalgaduras, en solitario o en grupos que se iban transformando durante el camino, pues algunos abandonaban y otros se incorporaban, todos ellos devotos marianos, que dieron en mayor o menor medida forma y sentido a este itinerario bañado por la fragosidad de su relieve y la belleza de sus valles.

El camino guadalupense, que históricamente ha sido el segundo camino de España por número de peregrinos, tiene dos recorridos que pasan por Toledo. Esta significación la encontramos en los orígenes de su episcopado, puesto que Guadalupe ha sido y sigue perteneciendo al arzobispado de Toledo, y tanto clérigos como obispos y monjes iban hasta allí por este recorrido.

Queda reflejado en los documentos de que la Casa Real de los Austria tuvo en gran estima a Guadalupe (santuario en el que alguno de sus miembros está enterrado) y lo impulsó como lugar de peregrinación y centro cultural y espiritual. Tanto Carlos I como Felipe II sintieron predilección por la orden jerónima. Fruto de esta relación jerónima con este camino la tenemos aún hoy en las cruces, fuentes, templos u hospitales que pueden apreciarse en sus pueblos, veredas y cordeles. Los peligros que representaba realizar el camino lo vemos con la épica histórica de la lucha de la Santa Hermandad con los primeros bandoleros; en esta zona, caracterizada por lo montuoso de su paisaje, se refugiaron numerosos bandoleros por la continua hostilidad permanente con el concejo de Toledo, acrecentada en los siglos XV y XVI. Muchos de los peregrinos que se acercaban a Guadalupe fueron atacados por estos, también denominados en aquella época como golfines. De nuevo con las guerras carlistas en el siglo XIX y el periodo franquista en el XX resurgiría de nuevo este rebrote de bandolerismo, esta vez motivado por la represión política y social de la época.

Desde el punto de vista artístico, Toledo y Guadalupe guardan un paralelismo digno de mencionarse, no solo en la arquitectura jerónima de la época sino también en la miniatura de corales, en el bordado y en otras manifestaciones artísticas.

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